En relación con los anuncios de eficacia de las vacunas de Pfizer y Moderna:
- Se habla de reducción relativa del riesgo, pero la reducción absoluta parece ser de menos de 1%.
- Los resultados se refieren a la variable principal, COVID-19 de cualquier gravedad, y no informan sobre la capacidad de la vacuna de salvar vidas ni de prevenir la infección,
- Los resultados reflejan un período de tiempo corto tras la vacunación, y no se sabe nada sobre eficacia a 3, 6 y 12 meses, de modo que no se pueden comparar estas cifras de eficacia con las de otras vacunas como la de la gripe (que son evaluadas en el conjunto de la estación).
- Niños, adolescentes y personas con depresión inmunitaria fueron excluidos de los ensayos, de manera que no disponemos de datos sobre estas importantes poblaciones.
En los ensayos clínicos sobre vacunas contra la COVID-19 en fases I y II se observó que los efectos adversos sistémicos de la vacuna son frecuentes. En un ensayo de Pfizer, por ejemplo, más de la mitad de los vacunados experimentó dolor de cabeza, mialgia y escalofríos.
Hasta ahora se han hecho públicos pocos detalles sobre efectos adversos en los ensayos en fase III. El comunicado de prensa de Moderna afirma que un 9% experimentó mialgia de grado 3 (es decir, grave que impide las actividades diarias) y un 10% fatiga de grado 3. Se estima que las reacciones adversas leves y moderadas serán mucho más frecuentes.
También se comenta el riesgo de sesgos en la identificación de las variables principal y secundaria, dado que es de esperar que el grupo asignado a vacuna presente más síntomas que pueden ser confundidos con los de la COVID-19 (fatiga, fiebre, mialgia, dolor de cabeza).
Es precisa absoluta transparencia sobre los resultados si se desea que las vacunas sean aceptadas por la población.