En este estudio retrospectivo de cohortes sobre bases de datos sanitarias de Corea del Sur se observó que el consumo de fármacos inhibidores de la bomba de protones (IBP) no aumenta el riesgo de contraer la infección por SARS-CoV-2, pero sí la gravedad y la mortalidad entre los que la contraen.
Se consideraron 132.316 pacientes (edad media de 48 años) que fueron sometidos a PCR; de estos, 14.163 consumían un IBP en el momento de la prueba, y 6.242 habían dejado de consumir un IBP más de 30 días antes de la prueba (antiguos consumidores).
Se excluyó a los que habían consumido un antihistamínico H2 o un AINE en el año anterior (esta exclusión tiene por objeto evitar factores de confusión, pero tiene el inconveniente de que limita la generalización de los resultados del estudio).
La PCR fue positiva en 4.785 personas (3,6%).
No se halló asociación entre consumir un IBP y riesgo de PCR positiva. Sin embargo, en un análisis con emparejamiento por factores de propensión se observó que el riesgo de COVID-19 grave (necesidad de oxigenoterapia, ingreso en UCI, ventilación mecánica o muerte) fue más elevado entre los consumidores actuales [RR=1,63 (IC95%, 1,03-2,53)]. Esta asociación no se registró en los antiguos consumidores de IBP.
Los mecanismos sugeridos de este efecto adverso de los IBP han sido sus efectos sobre determinadas células inmunitarias y la mayor susceptibilidad a infecciones adquiridas por vía digestiva, dada la inhibición de la acidez gástrica que producen.