Dado que la COVID-19 grave puede complicarse con enfermedad tromboembólica (ETE), se realizó un estudio observacional retrospectivo de cohortes en un solo centro (Hospital Nount Sinaí de Nueva York), para examinar si el consumo de anticoagulantes (ACO) modifica el pronóstico de la enfermedad.
La ETE fue confirmada en autopsias consecutivas. Se examinó también la asociación del consumo de ACO con el riesgo de mortalidad, intubación y hemorragia grave. También se analizó el efecto de iniciar tratamiento con ACO menos de 48 h antes del ingreso.
De 4.389 pacientes (edad mediana de 65 años, 44% mujeres), en comparación con no consumir ACO (n=1.530), su consumo terapéutico (n=900) y profiláctico (n=1.959) se asoció a menor mortalidad hospitalaria [HR=0,53 (IC95%, 0,45-0,62) y HR=0,69 (IC95%, 0,51-0,94), respectivamente], y también a menor probabilidad de intubación (HR=0,69 y HR=0,72).
En los pacientes que habían iniciado el consumo de ACO menos de 48 h antes del ingreso no se registró el efecto protector de los ACO.
La incidencia de hemorragia grave, determinada por revisión de las historias clínicas, fue de 3,0% en los consumidores de ACO terapéutico, 1,7% en los de ACO profiláctico, comparado con 1,9% en los no consumidores.
Los autores concluyen que estos resultados pueden ser útiles para fijar la pauta de administración de ACO en futuros ensayos clínicos.